La piel azulada, fría. La mirada fija en un punto, un punto infinito del mediodía. El cuerpo rígido, inquebrantable. La comisura del labio dibuja una palabra baldía. La mente silenciosa, pacífica, guarda celosa el pensamiento de una vida. Las palmas abiertas, sinceras, liberan al cuerpo del alma perdida. El alma roja, enloquecida, recorre la habitación buscando a tientas una salida. Se detiene en un punto, en ese punto de aquel momento, de aquel día. Y descubre el cuerpo, su cuerpo, sin vida. Lo contempla despavorida, le llora, le suplica. Se acerca, le acaricia el rostro con su luz marchita y lo cubre de un manto de compasión desmedida. El vientre hundido, apegado al suelo de madera podrida. El alma le susurra, le canta, levita. El cuerpo yace. El alma llora, lágrimas de sal y de agonía. Los pies desnudos, venosos, torcidos. El alma le canta, le besa el rostro, lo acaricia. El cuerpo yacente, la habitación vacía.
Precioso Escritorio Zero!!!
Qué bien escrito, qué profundo…
Me ha encantado!!! Por favor escribe con más asiduidad, echamos mucho de menos estos relatos tan preciosos!!!!
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Me alegro muchísimo de que te guste, M.M. Este estilo, que bien podríamos llamar prosa poética, es uno de mis preferidos, así que procuraré escribir más textos de este tipo: cortos, melódicos e intensos.
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Me gusta muchísimo.
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Sabía que te gustaría Carmen… 😉 ¡Muchas gracias!
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Hola, buenas tardes:
Buscando una foto para ponerla en mi cuenta de skype, me encontré con este blog y me parece muy bueno; seas quién seas espero que sigas escribiendo porque lo haces muy bien.
Un gusto,
Carol
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Muchas gracias por tus palabras, Carol. Tengo previsto retomar el blog próximamente porque lo echo mucho de menos.
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Saludos,
Fitzroy Chev
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